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05 junio 2017

OPINIÓN: Festival or Club?


Ya ha empezado la temporada de festivales. Como cada año y antes de la llegada del verano distintos festivales van emplazándose a lo largo del globo con carteles que aseguran un extenso número de artistas concentrados en dos o tres días. Pero, ¿es realmente oro todo lo que reluce? En este artículo analizaremos los pros y los contras de las sesiones de festivales en comparación con las de club.

Cada festival es un mundo y, aunque no es bueno generalizar, es imposible –almenos en este artículo– tratar individualmente cada uno de los distintos festivales. Hay muchas diferencias entre un set de festival y un set de club, incluso con el mismo artista. Esto es debido al formato del evento y al público del mismo. Por lo general un artista en un festival está limitado a realizar un set ajustado de hora u hora y media mientras que en un club tienen la posibilidad de extenderse más si así lo desean.

Los sets de la temporada de verano de los DJs más cotizados suelen estar preparados de principio a fin, con leves variaciones semanales en las que un track entra en el sitio de otro. No me lo invento, las evidencias están en 1001tracklists. En parte es lógico, bastante tienen con ir de aeropuerto en aeropuerto casi sin descanso para realizar más actuaciones que días tienen julio y agosto. Suelen ser sets que poco o nada dejan a la imaginación, con tracks del artista, los últimos lanzamientos de su sello que por razones de marketing tienen que hacer sonar y un par de temas que tienen la capacidad intrínseca de sorprender al tratarse de IDs. Normalmente no suelen ser sets con progresión ya que empiezan enérgicamente, tratando de enganchar al público desde el primer tema, e intentan no decaer hasta el final con el riesgo de fracasar.

En contraposición, las sesiones de club suelen ser de mayor duración y con una progresión ascendente, implican una mayor lectura de la sala por parte del artista, permiten con mayor facilidad el formato live, entre otras ventajas. Cabe añadir que en este párrafo he realizado una valoración con un cierto favoritismo ya que puedes encontrarte un artista que te realice exactamente el mismo set en el club de tu ciudad que el que realizó hace tres días en el mainstage de Tomorrowland, sin extenderse más de hora y media. Es en este punto cuando entra en juego la destreza y profesionalidad del artista.

Por otro lado, en un set de club el DJ tiene que mostrar más musicalmente ya que la puesta en escena no puede, en la mayoría de casos, compararse con la de un festival, donde la pirotecnia y el espectáculo de luces juegan mucho a favor del DJ.

En una sala o club el público asistente suele conocer bien al artista. Se trata de un público al que le gusta el artista que va a ver y que saldrá satisfecho de la sesión, pero complejo dada la dificultad de impresionarles. El DJ tiene dos opciones: saldar las necesidades del público y que salgan satisfechos, o ir un paso más adelante y tratar de impresionarles. En un festival a los headliners les ocurre algo parecido a lo anterior mencionado mientras que el resto de los artistas tienen que esforzarse para gustar a un público de lo más diverso y hacer encajar su set entre una mezcla de estilos.

Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación. Pongamos que después de un artista de trap o big room que ha realizado un set que oscilaba entre los 130 y 150 bpm es turno de un artista con mayor caché que el anterior pero con un repertorio tropical y deep que no sobrepasará los 125 bpm. Como es lógico el inicio del set del segundo DJ debería tener una cierta concordancia con fin del primero y así sucesivamente con el resto hasta el fin de la jornada. Los organizadores del festival tienen que actuar en consecuencia y realizar un pequeño ejercicio de composición en el cual exista un orden lógico de artistas creando una macrosesión compuesta por sesiones de distintos artistas. Decidir el orden en función exclusivamente del caché y popularidad de los artistas no es una buena idea, tiene que existir cierta coherencia en dicho orden.

El precio también es un aspecto a tener en cuenta. Si ponemos por ejemplo el Dreambeach Villaricos, por menos de 70€ podemos disfrutar de más de 80 artistas. Eso supone un coste al usuario de menos de 1€ por artista. Es lógico afirmar que, o bien no todos los artistas de un cartel nos parecen atractivos y que no podremos ver a todos los artistas ya que los festivales suelen tener más de un escenario, pero con 4 o 5 artistas de tallaje internacional que nos interese ver en directo ya amortizaremos la entrada si consideramos que una entrada para una fiesta en club de un solo artista ya suele costar 15€ como mínimo.

El público es el que realmente sostiene un festival ya que una mayor afluencia no solo se ve reflejada en las arcas de la organización como entradas vendidas, sino también en el gasto en el interior o el apoyo de las marcas por poner algunos ejemplos. Una vez mencionada esta evidencia no es raro ver como los festivales año tras año intentan crecer en capacidad y hasta incluso, como es el caso de Tomorrowland –con una capacidad de 200.000 asistentes en un fin de semana imposible de ampliar–, repetirlo en dos fines de semana. Ante estas cifras es normal que un club, con una capacidad de 2.000 asistentes –y hablamos de un club muy grande– no pueda competir con el poder adquisitivo de un festival.

Muchos de vosotros habréis visto en redes sociales críticas, algunas de ellas muy duras y más destructivas que constructivas, a distintos festivales nacionales. Aún recuerdo las críticas a Monegros Desert Festival el día que anunciaron a Steve Aoki. O el hashtag #FaltaTechno que se ha viralizado hasta el punto de ser una broma entre el público más fiel a los festivales. Toda esta gente debería entender que estas confirmaciones son necesarias la mayoría de veces para poder traer todos esos artistas menos vistosos y no tan headliners que despiertan en nosotros esta vena bélica en redes sociales. Un festival con una capacidad de 25.000 o 50.000 asistentes nunca tendrá un público dónde la mayoría de ellos sean auténticos conocidos de la electrónica. La electrónica es muy diversa y hoy en día existen multitud de géneros, algunos de ellos híbridos entre lo imposible. Un festival tiene que jugar con ello y atraer público con headliners con este término no solo me refiero a Dimitri Vegas & Like Mike; Marco Carola, Armin van Burren o Marshmello también lo son– y es gracias a ellos que los amantes de la electrónica pueden ver a otros artistas como Fox Stevenson, Delta Heavy o Shapov –selección random– en un país en el cual muchos de estos artistas no vendrían por la dificultad de llenar un club. Y si pudieran seguramente sería en algún club de Barcelona, Madrid, Bilbao o Valencia.

Personalmente y resumiendo todo lo mencionado anteriormente siempre preferiré ver a mi artista favorito en un set de club antes que en un festival por la calidad del set. Sin embargo asistir a un festival es toda una aventura, un viaje que preparas con antelación y que, a medida que se acerca la fecha de partir el hype va en aumento. Un festival permite al público descubrir más artistas que probablemente no habría escuchado ni aunque hubieran actuado en solitario en el club de al lado de casa, simplemente porque no le conocen o no les atrae personalmente el género musical, además de contribuir a popularizar la música electrónica y acercarla a aquellos que pueden no ser tan devotos.

El debate clubs versus festivals será eterno porque ambos presentan una serie de ventajas y de inconvenientes. El club refleja el pasado que persiste impasible ante el avance de los festivales, que ofrecen un acercamiento del público menos purista, pero un público válido igual que otro, dispuesto a disfrutar de la electrónica. A unos les puede gustar un formato mientras que otros preferirán el otro, pero el respeto finalmente deberá reinar pues el objetivo común es la electrónica que finalmente prevalecerá por encima del resto.


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